Comentario
Es ésta, sin duda, junto con la cerámica pintada, la más importante manifestación artística de los iberos, que afortunadamente va siendo objeto de estudios individualizados a través de los cuales conocemos, aparte de su calidad artística y todo el proceso de fabricación, su funcionalidad.
A la hora de exponer en síntesis lo que sabemos sobre la escultura ibérica nos encontramos con un dilema: si realizar una división, como la que hace Tarradell, atendiendo a su funcionalidad, entre escultura de los santuarios, con valor de ofrenda, de exvoto, y escultura funeraria, utilizada y hallada en las tumbas, que nos daría, al menos en teoría, una visión más global de la sociedad en la que se producen esas manifestaciones artísticas, religiosas, etc., o, por el contrario, realizar esta división, quizá más fácil para la comprensión del lector, por cuanto, en mi opinión no tenemos todavía suficientes datos para realizar la anterior, atendiendo al material de que están hechas las distintas esculturas, y entonces hablar de bronces ibéricos (y terracotas), escultura en piedra y relieve ibérico, como hace Presedo. Por esta facilidad de expresión y comprensión me voy a inclinar por esta segunda.
Los denominados bronces ibéricos son pequeñas estatuillas de bronce fabricadas a molde y retocadas después y macizas. Los hallazgos realizados lo han sido tanto de figuras masculinas, como femeninas, de pie, con los brazos abiertos o en posición de plegaria. A veces los hombres llevan armas y se conoce también alguna figura de jinete. Hoy contamos con algunos trabajos monográficos, como los de Nicolini o Marín Ceballos, importantes para descubrir su significado, pues, aparte de su realización más o menos perfecta, las figuras nos ofrecen datos para conocer aspectos religiosos, sociales, de costumbres, etc. de la sociedad ibérica. No obstante es éste todavía un camino que está en sus inicios.
Sus lugares de aparición son normalmente los santuarios, aunque algunos hayan aparecido en otros espacios arqueológicos, y, en cuanto al área geográfica de dispersión de los hallazgos, ésta es muy grande, prácticamente todo el área ibera (Badajoz, Huelva, Sevilla, Córdoba, Granada, Jaén, Ciudad Real, Albacete, Murcia, Alicante, Valencia, Tarragona), aunque la máxima concentración se produzca en Despeñaperros (Jaén), Castellar de Santisteban (Jaén) y Santuario de la Luz (Murcia), santuarios todos situados en el área de Sierra Morena y el Sudeste, zona que, como luego veremos, coincide con la de la gran escultura en piedra y que tiene su correspondencia, no por casualidad, sin duda, con las grandes zonas mineras de la España ibérica.
Para Nicolini la aparición de los bronces se debe a la abundancia de metal en la zona y a la técnica importada por los colonizadores de Oriente. Pero esto no debe desligarse, como piensa Presedo, del propio desarrollo en el territorio ibérico de una cultura y una religión que propiciaran la aparición de una industria artístico-religiosa. La técnica de fundición era el proceso conocido como de la cera perdida en moldes de arcilla, retocándose posteriormente y realizando la decoración deseada. Por ser macizas no tenían un tamaño excesivo, oscilando según los autores entre alrededor de 10 y alrededor de 20 cm., aunque no falta alguna especial que llega a tener 30 cm.
La cronología atribuida a estas estatuas de bronce está relacionada con la propia cronología atribuida por los arqueólogos a la cultura ibérica en general, desde el siglo VI a. C. a mediados del siglo IV como etapa de influencia greco-oriental, la etapa de un siglo entre mediados del siglo IV y mediados del siglo III denominada período clásico y la época final o período romanizante, de claro dominio romano. En esta cronología coinciden tanto Cuadrado, como Almagro y Nicolini.
Pero, ¿quiénes eran los destinatarios de estos objetos y qué función realizaban?. Parece que nadie ha ofrecido hasta el momento una idea mejor de la expuesta por García y Bellido, según la cual los fieles acudían a los santuarios y, de acuerdo con sus posibilidades económicas, adquirían distintos tipos de piezas, ejemplares estilizados al máximo junto a ejemplares que recuerdan de cerca modelos griegos arcaicos, que no andarían muy lejos de ser los modelos originales. Luego eran depositados por los fieles en los lugares sagrados: templos, bosques sagrados, etc.
Con una función muy similar a la de los bronces y unas características también parecidas se han hallado estatuillas realizadas en tierra cocida en yacimientos ibéricos, que se concentran también en lugares muy concretos, destacando en este caso la Serreta de Alcoy. Probablemente la falta de disponibilidades de metal en el País Valenciano con respecto a Sierra Morena y el Sudeste expliquen la utilización de la arcilla para la realización de las mismas figuras con las mismas funciones. También en este caso se trata de producciones en serie realizadas con moldes para un amplio consumo y, aunque predominan las figuras femeninas, no faltan representaciones de varones. En cuanto a la tipología va desde pequeños muñecos, que parecen trabajos de niños, hasta figuras que guardan una clara relación con estatuillas helenísticas.
En el territorio de los iberos han aparecido también, desgraciadamente no siempre en su contexto arqueológico, grandes esculturas de bulto redondo que se pueden comparar con la griega arcaica y la etrusca. Tradicionalmente siempre ha sido la Dama de Elche la figura más representativa de estas manifestaciones artísticas, pero a partir de nuevos hallazgos en las últimas décadas, algunos de ellos in situ como la Dama de Baza, el estudio de la naturaleza y función de las esculturas ibéricas en piedra ha pasado a ser centro prioritario de interés de los arqueólogos que dedican su actividad preferentemente a las zonas del Sur y Levante de España.
Las esculturas ibéricas en piedra se pueden clasificar en dos grupos según los temas: figuras humanas y figuras de animales. Dentro del conjunto de figuras humanas tenemos figuras funerarias, como la Dama de Baza, descubierta por Presedo, presidiendo una sepultura que se encontró con su ajuar intacto, y otras halladas fuera de su contexto, como el busto de la Dama de Elche y otros restos más que se encuentran en nuestros museos, pero también figuras femeninas oferentes en piedra, la más significativa de las cuales es la "Gran Dama" del Cerro de los Santos. Pero no siempre se trata de grandes estatuas, como las enumeradas y otras a las que haremos referencia más adelante, sino que en el propio Santuario del Cerro de los Santos el tipo de la "Gran Dama" se reitera en tamaño menor en las ofrendas.
La estatuaria de animales refleja animales reales (leones y toros en su mayoría) o simbólicos (esfinges, grifos), que son las famosas bichas, llamadas así por los habitantes del lugar donde han aparecido. La más famosa de las conocidas es la de Balazote en la provincia de Albacete. Su tipología es la conocida en los territorios que bordean la zona del Mediterráneo oriental y se les atribuye carácter sagrado como protectores del hombre, tanto de los vivos como de los difuntos, correspondiendo su área de expansión por los datos de que disponemos hasta ahora al sector ibérico del sur peninsular.
Los conjuntos más importantes conocidos son los siguientes:
1. El de Porcuna (Jaén), con estatuas de guerreros y grifos alados de tipología jónica, aunque con armas de influencia celtibérica. Se fecha hacia mediados del siglo V a. C.
2. La Dama de Baza, descubierta por Presedo en el año 1971 en el curso de las excavaciones de una necrópolis en Baza. Su excavador fecha esta necrópolis con toda seguridad en la primera mitad del siglo IV. Según su descubridor, esta estatua femenina sedente, tallada en piedra local, que aparece estucada y pintada en toda su superficie y que va tocada con un manto que le cubre la cabeza y cae sobre los hombros hasta los pies (aparte de otra serie de caracteres que pueden verse en la descripción que de ella hace Presedo), estaba destinada a ser una urna cineraria para el difunto para quien se construyó la tumba, lo que sucede en esta misma época en otras zonas del Mediterráneo.
3. La Dama de Elche, aparecida en 1897 en la Alcudia de Elche y actualmente en el Museo Arqueológico Nacional, ha sido durante mucho tiempo el gran punto de referencia de la escultura ibérica en piedra. Está realizada en piedra caliza y quedan restos en ella de su policromía. Quizá lo más característico de la misma sea su gorro puntiagudo, las tres filas de bolitas que forman una diadema sobre la frente y las dos grandes ruedas a ambos lados de la cara que, en opinión de García y Bellido, encerraban las trenzas del cabello enrolladas en espiral. Tiene varios adornos más. Tras el conocimiento de la Dama de Baza, Presedo piensa que no se trataba de un busto, sino también de una estatua sedente de tamaño natural y con la misma función de servir de cista funeraria. A partir del conocimiento de la Dama de Baza, ahora puede ser fechada también en el siglo IV a.C. Además de la Dama se han encontrado en Elche varias piezas más, lo que ha hecho pensar a los investigadores que en realidad en esta época hubo un taller de escultura en este entorno. Cabe citar entre estas piezas el busto de un guerrero con pectoral labrado al que le faltan la cabeza y los brazos, un escudo de umbo asido por una mano, un brazo de dama sedente similar al tipo conocido por la Dama de Baza y un fragmento de estatua de guerrero con una falcata.
4. La estatuaria del Cerro de los Santos. Es el primer yacimiento en que se encontraron estatuas en número suficiente para que fueran objetó de interés. Su cronología debe oscilar entre el siglo IV a. C. y la romanización, aunque falten estudios detallados de las piezas. Entre éstas destacan La Gran Dama Oferente, estatua erguida que sostiene un vaso con ambas manos a la altura del vientre, cubierta con un manto amplio que le cae sobre los hombros y los brazos en pliegues hasta los pies (relacionada estilísticamente con las Damas de Baza y Elche), Las Damas Sentadas, estatuas de unos cuantos centímetros, que repiten el tipo de la Dama de Baza y posiblemente de Elche (Marín Ceballos piensa que se puede tratar de exvotos), fechables entre el siglo III y II a.C., aunque alguna con una tipología casi del todo romana, Cabezas y bustos, tanto masculinos, como femeninos que puede pensarse eran estatuas y cuya cronología parece más antigua para las femeninas y ya romana para las masculinas.
5. La Estatua del Llano de la Consolación. En este lugar apareció una gran estatua femenina sedente muy destruida, a la que faltan la cabeza y los hombros. Tiene un manto de excelente factura y debajo de éste se ven dos túnicas. Para Presedo se trata de una estatua con bastantes puntos de contacto con la Dama de Baza, aunque quizá un poco más antigua, de fines del siglo V o principios del siglo IV.
6. La estatua sedente del Cabecico del Tesoro. En esta necrópolis se encontró la estatua de una dama de un tamaño algo menor que el natural, muy destruida y en múltiples fragmentos. Los pliegues rectos del manto que la cubre demuestran gran arcaismo y su función debió ser similar a la de la Dama de Baza.
7. La Kore del Museo de Barcelona. Únicamente conocemos que es de la zona del Sudeste. Se trata de una cabeza femenina con un peinado ondulado sobre la frente y una diadema más ancha por delante que por detrás. García y Bellido la fecha en la primera mitad del siglo V a. C. y pregona un origen griego para ella.
8. Conjunto del Corral de Saus. En Mogente (Valencia) han aparecido en un ambiente funerario varias figuras femeninas tendidas que, unidas a los relieves de Pozo Moro, que veremos más adelante, confirman la asociación de la gran escultura en piedra con las tumbas.
El material empleado por los iberos en la realización de estas esculturas en piedra fue de una calidad bastante inferior a la del resto de las culturas del entorno y la época con las que tuvieron relación. Frente al mármol abundante en las obras escultóricas de griegos y romanos, o el uso de piedras duras, como sucede en el arte egipcio, los iberos emplearon sobre todo la caliza y la piedra del país, aunque no por ello dejaron de realizar en ocasiones obras con una elevada perfección artística.
Pero quizá lo más importante sea conocer la funcionalidad de estas obras. Los hallazgos recientes de nuevos yacimientos y nuevas esculturas en piedra apuntan muy claramente a una relación funeraria de estas manifestaciones artísticas: las estatuas de damas sedentes aparecen en las necrópolis (el hallazgo de la Dama de Baza fue decisivo en este sentido) y los leones y demás animales forman parte de monumentos funerarios
Finalmente es obligada una referencia a los elementos que han intervenido en la cristalización de estas manifestaciones artísticas. En primer lugar es necesario resaltar que, salvo contadísimas excepciones, el hallazgo de esculturas humanas de piedra de bulto redondo se da en la zona oriental de Andalucía y el Sudeste de España, es decir, zonas de un desarrollo económico importante. A ello hay que unir, sin duda, los impulsos llegados del exterior a través de los pueblos colonizadores. Estos impulsos del exterior se deben en gran medida al mundo jónico, como en todo el arte ibérico en general, pero en la animalística ibérica hay algún elemento nuevo, sobre todo a partir del conocimiento del yacimiento del Pozo Moro, por el que hay que hablar de contactos con el mundo fenicio e, incluso para algunos autores, neohitita. Presedo aventura como conclusión provisional la idea de que la estatuaria animalística está influida por lo fenicio en parte, y en parte por lo griego, mientras que la estatuaria de figura humana parece una consecuencia de unas motivaciones jonias que actuaron desde muy antiguo, a través de las costas del Sudeste.
Pero, tanto en éste como en otros aspectos de la evolución histórica de los pueblos de España, el grado de desarrollo alcanzado no sería explicable sin el sustrato interno, en este caso la propia riqueza económica y las condiciones de espiritualidad de la zona.
Como resumen de lo dicho hasta aquí y de lo que hasta hoy sabemos sí parece posible afirmar las importantes influencias orientales en la escultura en piedra del área ibérica, así como una funcionalidad predominantemente funeraria.